71. Marinero

Que no te digo, ¿a qué insistes?
Yo sólo soy marinero
para embriagarme de lumbre,
de aire, de mar y de cielo.

Arriba la vela blanca,
la costa, lejos muy lejos…
Y el alma, libre, vibrando
como una enseña a los vientos.

Vengan las olas amigas,
suelte la lluvia sus frenos…
¡Ah, cómo se abren mis poros
mientras me alejo del puerto!

No insistas, no, que yo cambie.
Mira, desnudo, mi pecho:
un ancla , un remo, una vela
y un barco, así, mar adentro.

Que no, que no, te repito…
¡Quiero morir marinero!

70. Y he de extinguirme

Y he de extinguirme así, silenciosamente,
como se extingue la lejana estrella en el azul infinito…
Apagarme y sumirme para siempre
en la noche eterna del olvido.

Dormirme con los labios entreabiertos
en actitud de trágica sonrisa…
Llorar por dentro y llevarme oculto
todo el dolor que me brindó la vida.

¡Y he de dormirme así, silenciosamente,
sonriendo el labio y llorando el alma!

69. La espera

Habla en el ritmo, el corazón, y dice…
en cada tic-tac, ama y espera…
Y yo, sumiso a su voz, aguardo
que, así como te quiero, tú me quieras.
En la lenta agonía de esperarte,
el otoño tronchó mis ilusiones
y ahuyentó, para siempre, mis quimeras…
Se agostaron las flores del ensueño,
en el alma expiró la primavera…
¡Y él, mi corazón, sigue sangrando
en la lenta agonía de la espera!

68. La vida es bella

Qué importan los reveses si la llaga
que roe en lo más hondo ostenta airosa
un rayito de luz. Feliz la rosa
y apenas nace cuando ya se apaga.
Qué importan las espinas, qué la daga
del dolor o el quebranto si, obsequiosa,
la esperanza en nuestro ser retoza
y nos da en todo su licor que embriaga.
¿Tormentos? Para qué. La pena mustia
y seca el corazón. No más angustia,
y vengan la alegría y el amor.
La vida es bella y tiene tantas cosas
que entregarnos… ¡Llenémosla de rosas,
de sueños optimistas y de sol!

67. Vesperal

Va expirando la tarde lentamente,
como expiran mis sueños. La arboleda,
con su murmullo, una oración remeda,
que trasmite hasta Dios la clara fuente.
Hora de santa paz, de paz serena
y de íntima quietud. Contrito, pienso…
Trae la brisa un suave olor a incienso…
Concluye el alma por sentirse buena.

66. Yo soy el camino, la verdad y la vida

Yo te busco sin cesar
y te entrego mi destino,
seguro de hallar en Ti
la senda recta y feliz,
porque Tú eres el camino.

Creo en TI, creo y adoro
tu sangre y cuerpo hecho pan.
Manjar divino, sublime,
que nos levanta y redime,
porque Tu eres la verdad.

Espero en Ti… Y escondido
de tu costado en la herida,
viviré en tu corazón
eternamente, Señor,
porque sé que eres la Vida.

65. Con la tarde que se va

Con la tarde que se va,
uno a uno, los recuerdos
echan, también, a volar
estremecidos, temblando.
Y el alma se va quedando
sin rosas que deshojar.

64. Caracol

Caracol, caracolito,
romántico y soñador,
¿por qué en tu concha vacía,
esa eterna melodía?...
¿Recuerdos de algún dolor?,
En mi alma triste y serena,
también florece una pena
como la tuya. Lo sé.
Y noche y día, orgullosa,
cuando no canta, solloza,
sin que yo advierta por qué.

63. Petición

No ambiciono ni gloria ni fortuna.
Dame sólo, Señor, - oye mi ruego -
para querer, un corazón de fuego.
y un alma para amar, como ninguna.
Que cuando siembre fructifique y crezca
para bien de los hombres, mis hermanos.
Y nada brote de mis toscas manos
que tu sanción augusta no merezca.
Quiero ser, entre todos, como fuiste:
un poco soñador y un poco triste
y en el juzgar ecuánime y sereno.
No me des la fortuna ni la fama…
Sólo en tu amor mi corazón inflama
y a tus pies sea un lirio nazareno.

62. Gratitud

De la quiebra en un rincón,
el tosco cactus florido,
alza su brazo torcido
para dar gracias a Dios.
Y con sentido fervor,
mientras la tarde declina,
sobre su tallo se empina
y le presenta una flor.
Es un capullo encarnado
que le brota del costado
y reverbera la luz...
Como aquel otro – divino -
que el hierro abrió de Longinos,
en el madero, a Jesús.

Saltimbanqui de la Pampa
trompo de viento, cucarro
que saltas, corres y giras
y al cielo subes bailando
sin que tu púa se aleje
del lomo gris de los llanos.
Maestro de las maromas
trapecista del espacio
¿dónde ,di, está la cuerda
que te impulsara en el salto?

2. Remolino de la pampa

1. Obrero de la pampa

En la pampa secular
con la barreta o la pala
nadie le vence o le iguala
porque no tiene rival.
Alegre siempre y jovial
es más que amigo: un hermano…
Y al darnos ruda su mano
con ella el alma nos da.
Al ímpetu de su hierro
pare la Pampa o el cerro
el “ORO BLANCO” o metal.
Y así esta tierra querida
por su brazo removida
se hace hostia y se hace pan.